jueves, 29 de diciembre de 2011

El árbol distinto


El árbol era especial, diferente a todo, a otros, y a la mismísima realidad que había a su alrededor, que parecía ser una especie de libro iluminado que solo se abría para algunos, sobre todo para los animales que sabían volar. El árbol, era sobretodo un ser de luz, de iluminación, pero llevaba la infortuna de tener pies.  Quizás también de algo de conciencia y de la noción de tiempo, o del fin de las cosas. Por lo tanto, era un pobre árbol, un desgraciado, que veía pintados a aquellos seres parecidos a él, pero que caminaba en el misterio de la noche, y conocía su historia. Además, era un solitario en el bosque, pues era el único hasta ahora con pies. Lo voy a explicar mejor, en realidad no eran pies, caminaba apoyando sus duras y mágicas raíces sobre el suelo, que manteniendo su aspecto milenario y rígido, le brindaban movilidad. Las raíces además podían penetrar en el suelo. Cuando lo hacían, sin voluntad propia, su madera se tornaba totalmente dura, como la roca. A veces, creía que existía alguien que si lo veía de pie, y que era el responsable de su congelamiento, de su estatismo. Pero de lo que si estaba seguro era  que sino aprendía a evitar ser congelado, nunca iba a poder darse a conocer por otro ser del bosque, en realidad por los seres de conciencia. Los hombres. 

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